Nosotros fuimos, prácticamente por casualidad y por suerte fue un gran acierto.
Conseguimos unos días libres en nuestros respectivos trabajos, cosa que nos costó mucho, ya que este mismo año ya habíamos hecho dos viajes grandes, en cuanto al número de días se refiere, el paseo por el País Vasco que nos dimos en enero y el de China en junio, que nos ocupó todas las vacaciones.
Tampoco es que los precios de los destinos turísticos en el mes de noviembre estuviesen tan bajos como pensábamos, así que empezamos a plantearnos coger algún vuelo a alguna ciudad europea y verla a nuestro aire, cuando de repente, dos días antes, encontramos por Internet una oferta de última hora que no pudimos rechazar. Se nos ofrecía unos días a nuestro aire en Estambul y un pequeño circuito por Capadoccia, saliendo desde Madrid en la mañana del sábado día 13. O sea, que después de buscar y encontrar vuelos, que nos cuadrasen desde Tenerife, el viernes día 12 por la noche, después de habernos levantado a las 5:00 am, habiendo cumplido las obligaciones laborales de cada uno,preparamos las maletas y embarcamos a las 19:45 rumbo a Madrid.
La anécdota "mala", fue que justo cuando salíamos, me dio por chequear la reserva del viaje y de casualidad vimos un correo con una notificación de cambio de horario del vuelo a Estambul, para dos horas antes. Si no lo llegamos a ver, hubiésemos perdido el vuelo. Fue buena suerte que lo vimos. Lo que no lo fue, era llegar a la 1:00 am a Madrid y levantarnos a las 4:00 por ese cambio...bueno, cosas de los viajes, y más, de uno como éste, elegido con tan poco tiempo.
Estambul
Una vez allí, ya alojados en el "hotelucho" que nos proporcionaron, el primer día, lo dedicamos a pasear un rato e inspeccionar los alrededores del hotel. Aprendimos como usar el transporte público, (del que tengo que hablar largo y tendido con mis compañeros de trabajo), y para el día siguiente, nos pagamos una excursión guiada por la cuidad de Estambul.
Ciertamente, por un precio asequible, valió muchísimo la pena ya que vimos los principales monumentos de la cuidad, con unas explicaciones excelentes sobre su historia, y es que tuvimos una gran suerte con el guía, el señor Alisat, un señor del que tenemos que destacar que es muy culto, muy profesional y además muy buena persona, ya que lo conocimos un poco mejor durante los tres días del circuito de la Capadoccia, porque de casualidad, fue también nuestro guia allí.
La primera vez que salimos del hotel, nos causó un poco de impresión. Estaba oscuro ya que por la época del año en la que fuimos, anochece sobre las 17:00 horas más o menos, y ver tanta gente caminando, casi corriendo, por esas calles un "poquito sucias", que no descuidadas, con la mirada baja, sin fijar su vista en la de nadie, "a su rollo" como se dice aquí coloquialmente, vestidos totalmente al estilo europeo, nada que ver con lo que nos esperábamos, que era algo con más parecido a Túnez y no, para nada, los turcos de Estambul no tienen mucho que ver con los árabes, sin que se entienda como una afirmación peyorativa el ser árabe, sólo tienen en común la religión musulmana, y es que Estambul tiene un número de mezquitas inimaginable, están por todos lados.
Las paradas del tranvía, a esa hora, estaban repletas de gente, y éstos, llegaban tan llenos de gente, que parecían sardinas en lata. A los lados de las vías, multitud de gente vendían cosas en sus puestitos ambulantes. Pronto encontramos los primeros Kebaps y fue lo que cenamos ese primer día. ¡Menos mal que sólo estuvimos unos días, si no, hubiésemos llegado obesos! ¡Estaban buenísimos! llegamos a comer en esos días de todos los tipos, incluso recuerdo uno que traían dentro, junto con la carne y la verdura, ¡hasta las papas fritas! Vamos, que te los comes y caen directamente a las "cartucheras". Y eso que no queremos nombrar mucho sobre los dulces turcos...¡que delicias!
En esa primera toma de contacto con la cuidad, nos metimos por unas cuantas callejuelas, que al principio nos dieron un poco de respeto, por lo oscuras de éstas y por la cantidad ingente de personas que por ellas deambulaban. Pero pasados unos minutos, nos dimos cuenta que nadie reparaba en nosotros y la sensación de seguridad que sentimos, fue bastante buena.
Llegamos sin querer hasta la zona de Kumkapi. Una zona repleta de restaurantes para turistas, donde sus trabajadores nos empezaban a intentar atraer con el ya famoso "Where are you from?". Aunque en todas las esquinas nos intentaran captar, para nada nos parecieron "vendedores agresivos". Después de intercambiar algunas risas con ellos y decirles que no gracias, te dejaban marchar sin molestarte más.
Seguimos caminando un rato más, hasta que llegamos a la zona donde están la Mezquita Azul y el Hagia Sofía para tener una primera toma de contacto con ellas. Preciosas. Iluminadas de noche, sin haberlas visto de día, nos dejaron con la boca abierta. Después de observarlas una rato, ya reventados de los aviones y los traslados, decidimos irnos a dormir para reponer fuerzas para admirar todo aquello en plenas facultades a la mañana siguiente, así que compramos unas fichas para el tranvía (Jetons) y retornamos al hotelucho.
El Hagia Sofía, la Mezquita Azul y el Bósforo.
Fuente del emperador Guillermo |
Ese día nos levantamos supertemprano, seguramente debido al cambio de dos horas con respecto a Tenerife,
así que nos dio tiempo de desayunar con calma y prepararnos bien para hacer la visita guiada que teníamos prevista para hoy.
Obelisco Egipcio |
La primera parada, fue en el centro de la ciudad, justo en medio de las dos grandes edificaciones que son el gran estandarte de Estambúl, Hagia Sofía y la Mezquita Azul, en el lugar que correspondería a dónde debería haber estado el Hipódromo romano y que hoy en día, solo conserva el Obelisco egipcio de Teodosio, La Columna Serpentina y la Fuente del Emperador alemán, Guillermo.
La Mezquita Azul |
Allí mismo, comenzó a impartirnos sus magistrales clases nuestro guía Alisat. Descubrimos a un hombre culto, estudioso y apasionado por la historia de su país. Más tarde nos reconocería que era licenciado en historia, lo que para nosotros fue un grandísimo plus. Sus explicaciones detalladas, con escrupulosa exactitud en cuanto a fechas, sus amenas charlas y sus divertidas anécdotas, fueron de las mejores sorpresas y uno de los mejores recuerdos que nos llevamos de Turquía.
De allí, nos adentramos en la gran Mezquita Azul. Si impresionante es por fuera, por dentro, sus altas cúpulas azules con sus grabados, lo son aún más.
A María José, le hicieron ponerse por encima una tela en señal de respeto para entrar, cosa que no le hizo mucha gracia, porque ni llevaba una camisa ni escotada, ni de asillas, ni nada de nada. Comenzamos a sospechar, cosa que confirmaríamos a lo largo de los días allí, que ellos, los turcos, aunque presumen de ser más liberales que otros países árabes, es solo de "boquilla" para afuera. El papel de la mujer, en su religión, sigue teniendo un papel un poco marginal, por así decirlo.
La nota graciosa del lugar, es que como te obligan a descalzarte para pasar dentro, el interior, "tufa" un poquito a "patas sudadas".Después de unas cuantas explicaciones, nos dirigimos justo enfrente, a la otra maravilla de la cuidad, el Hagia Sofía. El edificio, culmen del arte Bizantino, fue erigido como la más grande iglesia cristiana del mundo, reconvertida como mezquita por los musulmanes a posteriori, y recalificada como museo por el líder Turco, Mustafá Kamal, hasta nuestros días.
En su interior, gracias a las explicaciones del Sr. Alisat, pudimos ver a nuestras anchas, como los restauradores, han conseguido sacar a la luz, mosaicos y obras cristianas, ocultas durante siglos por los musulmanes.
Después de un almuerzo en un restaurante cerca del muelle, embarcamos para hacer un pequeño crucero por el Bósforo. El estrecho del Bósforo, separa los continentes de Europa y Asia, uniendo el Mar Negro con el Mar Mármara.
Desde el barco, pudimos admirar las siluetas y paisajes de los dos continentes, numerosos edificios de importancia, así como las Fortalezas de Rumelia y Anatolia, varios palacios y las numerosas mezquitas, entre ellas, especialmente bella la de Ortaköy, y como no, los puentes de Atatürk y el de Galata, que cruzan el estrecho, comunicando los dos mundos, y dónde se apelotonan muchísimos de los pescadores que están por todas las orillas de Estambul.
Lo pasamos muy bien, y entre las cosas divertidas que nos pasaron, fue, conocer a una parejita, formada por el italiano con mejor acento andaluz que he oído en mi vida, y por una guapa oriunda de Ciudad Real, con los que hicimos muy buenas migas y con quienes nos pasamos el rato riendo y gastándonos bromas.
Las vistas del Hagia Sofía y la Mezquita Azul, desde el estrecho, atardeciendo, fueron sublimes. Las de la Mezquita Nueva y la de Süleyman, espectaculares.
Cuando acabamos la excursión guiada, nos pusimos a caminar por nuestra cuenta la cuidad. Caminamos entre los pescadores del puente Gálata, dimos un vistazo a la Mezquita Nueva y entramos al Bazar Egipcio de las Especias.
Este bazar, a pesar de ser más pequeño, no tan inmenso y espectacular como el famoso Gran Bazar, bajo nuestra opinión, es más bonito y mejor para comprar. No está tan pensado para "sacar la pasta" al turista como el otro. Hay muchos lugareños que hacen sus compras allí. Cuando comparamos precios los días siguientes en el Gran Bazar, no había color. Es más, cuando les decíamos que habíamos visto más baratos los precios de las cosas que nos interesaban en el Bazar Egipcio, enseguida nos los bajaban al mismo...
Terminado el día, algo cansados ya y hambrientos, buscando cena, fuimos captados por un simpático camarero que chapurriaba español para que nos sentáramos a comer un su terraza.
Aceptamos ya que el lugar era encantador. La comida no estaba mal, la conversación que nos dio el muchacho, que nos seguía el bacilón, fue divertidísima y lo pasamos muy bien de cháchara con él y jugando con los gatos callejeros, que venían buscando juego y a ver qué les caía. Lo que no estuvo bien, fue el precio por el vino turco. Lo siento mucho por ellos, pero el vino canario y el español, les dan un ligero repaso, y a un precio infinitamente mejor...bueno, ¡había que probarlo!
Después de la cena, caminamos todo el camino hacia el hotel con intención "de quemarla". En cosa de una horita, paseando tranquilamente y parando en los puestitos callejeros a curiosear, llegamos exhaustos.
Nos acostamos tempranito, pues nos había gustado tanto el paseo guiado del día de hoy, que hablamos con Alisat, y reservamos otra, de mediodía de duración, para mañana. Según paseábamos en la mañana por la zona del Hipódromo, fui preguntando en los buses turísticos que tan de moda se han puesto por casi todas las grandes ciudades del mundo, para hacer el día siguiente, pero a parte que coincidía por muchos sitios que ya habíamos visto hoy, realmente por el precio, nos compensaba mucho más hacer la excursión que nos ofreció.
El Cuerno de Oro y la Mezquita de Eyüp.
A las 8:00 nos vinieron a buscar y directamente nos llevaron al barrio de Eyüp. Subimos por un pequeño teleférico hasta la cima de la colina del barrio. Esa colina es un inmenso cementerio, dónde está el afamado café Pierre Loti.
Desde su mirador, conseguimos unas bonitas vistas, aunque el día amaneció muy brillante y con una fina niebla matutina.
Descendimos el sendero que baja a través del cementerio, en dirección a la mezquita, mientras de cuando en cuando, recibíamos alguna reseña del guía, que hoy, no fue Alisat.
Aprendimos alguna cosita acerca de las lápidas que se asomaban por todo el camino, como por ejemplo, si representaban a un hombre o una mujer, que si eran árabes u otomanas...pequeños detalles y curiosidades que si vas y las ves sin que nadie te lo explique, no te enterarías. Por ese lado, creo que salimos ganando por no haber ido a nuestra bola como teníamos pensado.
Un corto pero entretenido paseo y llegamos a la Mezquita de Eyüp, uno de los sitos más carismáticos y el tercer lugar sagrado de peregrinación del mundo islámico, tras la Meca y Jerusalén.
Por lo que entendimos al guía, Eyüp, fue un hombre gran amigo del profeta Mahoma y a su muerte, se le dedicó esta mezquita como mausoleo. Sea como sea, la verdad es que el sitio tenía "un sabor musulmán" más auténtico que el que vivimos ayer. Vimos mucha gente rezando dentro de la mezquita y en los alrededores, muchas personas ataviadas verdaderamente como musulmanes y árabes.
La anécdota del día, fue que por enésima vez, el guía de hoy, comenzó con el discurso de casi todos los guías, siempre diciendo que son unos musulmanes menos radicales y más liberales que el resto del mundo árabe, y que por ejemplo la mujer, está más integrada en la religión que en otros países musulmanes.
La chica que conocimos ayer en el barco, lo interrumpió. Le alegó, que ayer por la tarde, en la Mezquita Nueva, había visto como las mujeres que rezaban en ella, estaban arrinconadas, separadas por unos biombos y totalmente tapadas por su vestimenta. Cosa que también vimos nosotros. Él replicó que eso era porque si las mujeres se mezclaban con los hombres, al inclinarse en el rezado, quedaba muy feo que las caras de los hombres quedaran a la altura del culo de las mujeres, sobre todo en el verano que la ropa es más cortita. Ella le respondió, que para entrar en la mezquita, le habían cubierto las piernas y los hombros, y él, que si ellas estaban en una esquina, era para que no desaparecieran objetos de la mezquita...
Bueno, yo no critico nada, ni religiones ni a personas, lo respeto todo. Pero la sonrisa que se nos dibujó a todos los que lo oímos, (con alguna carcajada incluida), por su increíble y cuestionable explicación, lo dice todo.
Después de una mañana, en la que nos "empapamos" del aroma de Eyüp, retornamos al autobús al mediodía, para finalizar la excursión, y nos dimos cuenta de que estábamos en fechas señaladas como festividad para los turcos. Mari y yo siempre estamos de cachondeo, pues vayamos a donde vayamos, casi siempre nos encontramos fiestas. Es como si celebraran que nosotros estuviésemos allí. Ese día lo averiguamos, porque vimos a varias personas, arrastrando, literalmente, a sus corderos al matadero, que estaba al lado del aparcamiento del autobús, mientras que otros, los llevaban ya en carretilla sacrificados y esquilados.
El Gran Bazar y las vistas desde la torre Gálata.
En las mismas puertas del Gran Bazar, compramos unos bocadillos de carne en los puestos callejeros, y de esa manera almorzados, comenzamos un frenético paseo por ese inmenso laberinto con más de 4.500 tiendas y puestos, que se agrupan en zonas especializadas en diferentes productos, como joyerías, ropa, antigüedades, chucherías, chatarrilla, objetos de souvenirs, alfombras, de todo vamos.
Cuando nos agotamos de regatear, después del té para descansar el mínimo, nos salimos y nos fuimos en búsqueda de la plaza Takxim, dónde habíamos oído que se podía subir a la última planta del hotel más alto para ver la cuidad desde las alturas.
Llegamos sin muchos problemas, pero allí no encontramos sino una rotonda y una plaza, con mucho ambiente eso sí, y calles repletas de negocios. Preguntamos en el hotel más alto y efectivamente, sí se podía subir a la última planta donde había una cafetería y un restaurante con mirador.
Subimos, y pasamos a la cafetería, pero ésta daba a la parte nueva de la cuidad y no se veía nada interesante. El restaurante sí que daba a la parte antigua, pero para acceder a él, había que cenar...como que no, pasamos y nos fuimos bastante decepcionados.
Decidimos pasear, de retorno al centro, lo que nos supuso una larga caminata, deshaciendo el camino que tan poco tiempo nos llevó en transporte público. En pleno atardecer, llegamos por casualidad, a la zona dónde esta la Torre Gálata. Se nos iluminó una bombilla y nos preguntamos si se podría subir a ella, que seguro que tendría una buena perspectiva del Bósforo. Hacia ella pusimos rumbo y la alcanzamos después de unas empinadas calles, justo antes de la puesta del sol.
Efectivamente, se podía subir, pagando unos cinco euros cada uno.
¡Qué sorpresa y qué suerte tan grande tuvimos! ¡Qué regalazo nos dimos! ¡Qué vistas! ¡Qué sensaciones!
El habernos entretenido perdiendo la tarde en ir a Taksim, hizo que encontrásemos y subiésemos a la torre Gálata justo cuando descendía el sol.
Arriba, a un lado de la torre, el cielo azul oscureciendo ya por la tenue luz que quedaba. Al otro, el cielo totalmente rojizo, con el sol descendiendo rápidamente sobre las mezquitas, tiñendo las aguas del Bósforo del mismo color, mientras las luces de la cuidad comenzaban a encenderse...
En eso momento, absortos y conmovidos por el panorama que teníamos ante nuestros ojos, comienzan las llamadas a la oración desde una mezquita...en la mezquita contigua, le replican...y luego, en la otra, y en la otra, otra más, hasta que se oyen los cánticos desde todas las direcciones mientras el sol termina de ocultarse detrás de la mezquita de Sulëyman el Magnífico...más que magnífico, fue mágico, auténtico.Nos nos queríamos bajar de la torre, pero lo hicimos, después de una hora por lo menos, y allí,en sus alrededores, encontramos un puestito de Kebaps, con una oferta , con yogurt natural incluido, ridícula por lo barato, así que eso cenamos.
Despacito, volvimos desandando el camino en dirección al centro de Estambul, para allí tomar el tranvía que nos devolvió a la zona del hotel. Cambiamos un poco de dinero en un Döviz, que son las casas de cambio, que están por todos lados, para tener algo de efectivo para el circuito por Capadoccia que empezábamos mañana mismo, y nos regresamos a nuestra cutre habitación para preparar nuestra maleta y acostarnos tempranito, para estar descansado para la paliza del traslado del día siguiente.
Yo esa noche, al contrario que Mari, no dormí demasiado. Pero descansé placidamente, recordando lo visto y por lo vivido estos días, y pensando en lo que venía. Esta vez, en este viaje, me costó un poquito más de la cuenta desconectar las preocupaciones de la vida cotidiana, pero hoy por fin, ya lo había conseguído.
La Capadoccia.
Comienza aquí la parte programada del viaje. Todas las cosas tienen sus pros y sus contras. El principal pro, es que en muy poco tiempo, pudimos ver muchas cosas.
Tempranito también hoy, salimos del hotel hacia un micro bus, que nos esperaba a la salida para emprender rumbo a la Capadoccia.
Es una gran ventaja ir a este tipo de viajes fuera de época vacacional, y aunque te la juegues un poco con la climatología, que para nosotros no fue problema, por la suerte de tener buen tiempo y eso que las semanas anteriores estuvo lloviendo, se suele acertar en el bajo número de turistas. A las pruebas me remito, en el circuito programado en que participábamos, sólo habíamos cinco parejas para un guía.
Dos matrimonios catalanes y uno vasco (un poco mayores de edad que nosotros), y unas compañeras de trabajo madrileñas, formaban con nosotros, la pareja canaria, (más el Sr. Alisat y nuestro chofer, Morat), la expedición española hacia tierras del interior de la península de Anatolia.
Después de una paradita técnica para desayunar, sobre las 10:30 de la mañana, hicimos nuestro primer alto de nuestra ruta, el Mausoleo dedicado a Mustafá Kamal, llamado museo de Atatürk.
Alisat nos dio unas reseñas de quién fue y qué hizo este señor en vida, aparte de liderar a los turcos y sacarlos del yugo de los países invasores, y a quién sus paisanos, deben el país moderno que tienen hoy en día. Y de verdad que se ve que le quedaron muy agradecidos y que lo tienen en gran estima, al dedicarle semejante museo-mausoleo, en el que hay representaciones de las batallas que lideró, y muchos de los objetos personales de él, así como sus coches oficiales, etc...En la entrada de la simbólica tumba, hay unos grabados muy emotivos de los discursos patrióticos que dispensó a su pueblo, y a mano derecha, hay una buena vista de una de las mezquitas más grandes del mundo, la de Kocatepe.
Después de un almuerzo en un restaurante cercano al mausoleo, pusimos rumbo al museo de las civilizaciones de Anatolia. Tengo que reconocer que soy un "matado" en temas de museos, no me entero de nada, pero que por esta vez, al ir con un guía que "lo vivía con tal pasión", me ayudó muchísimo a entender y disfrutar lo que estaba viendo. Multitud de figuras sacadas de los enterramientos, alajas y collares, una recreación de la tumba del Rey Midas, junto a algunos objetos personales suyos, grabados en piedra, etc...muy bonito a la par que ameno.
La primera actividad del día siguiente, fue una visita a una de las 36 ciudades subterráneas de Capadoccia, la ciudad de Serhatli.
Pasamos un ratito agradable dentro, mientras el guía nos explicaba detalles de la vida de los moradores de esas ciudades. Nos pilló a todos, al preguntarnos acerca de cuándo pensábamos nosotros que abrirían las enormes y redondas puertas de piedra que usaban para bloquear las estancias y protegerse de los invasores, cuando toquen el timbre...
La segunda parada, fue espectacular. El mirador de los palomares de Güvercinlik.
Allí mismo almorzamos y después de las fotitos correspondientes del típico paisaje de Capadoccia, caminamos un poco hasta un poblado llamado Uchisar, donde visitamos una casita excavada en las famosas Colinas de las Hadas.
En ella, vivía una simpática parejita con su niña pequeñita, de unos cuatro años de edad.
Charlamos un ratito con ellos e hicimos las típicas preguntas de turista, mientras la chica nos mostró su casa.
Para acabar, dimos un agradable paseo por la cuidad, por una zona menos turística, en la se nos unió un local, amigo de Alisat, quien animadamente, nos iba explicando cosas del pueblo y de las casas que se estaban restaurando poco a poco en él.
Pasiaje del museo al aire libre de Göreme |
Esa noche nos alojamos en un buen hotel de la zona, en el que pernoctariamos esa noche y la de mañana.
En la cena, aprovechamos para conocer un poco mejor a las otras parejas que nos acompañaban, y que a pesar de haber pasado ya casi dos días juntos, no nos habíamos tratado.
A partir de ahí, reímos sin parar con el marido de la pareja de Bilbao. También nos cayeron muy bien, su mujer, las parejas catalanas, y las amigas madrileñas. De éstas últimas, la mayor, aseguraba haber subido el Teide, desde abajo, con unas cholitas de tacón...supongo que o estará confundida, o no se acordará de haber usado el teleférico, o si no, habrá que nombrarla para el libro ese de los records.
Un saludo para todos desde aquí, con mucho afecto.
A la mañana siguiente, fuimos a visitar el museo al aire libre de Göreme. Una impresionante ciudad tallada en la roca, al estilo de las casas de las Colinas de las Hadas, por comunidades cristianas, en las que pudimos ver tanto sus viviendas, como las capillas dónde se congregaban para sus ceremonias.
Paseamos por el Área de los monjes, llamada Pasabagi, y de ahí, nos llevaron a una fábrica de alfombras típicas.
Allí nos dieron unas breves explicaciones de como las hacen y de como extraen la seda.
Notamos algunas diferencia con respecto a como lo hacen en China y ninguna con Túnez.
Notamos algunas diferencia con respecto a como lo hacen en China y ninguna con Túnez.
En realidad, es el mismo rollo de todos lados, la charla es una excusa para pasarte a una sala, donde te muestran muchas alfombras para que compres.
Aunque sinceramente, también hay que decir, que pedían unos precios y daban unas facilidades de pago, por una mercancía original y de calidad, que a más de uno se le quitarían las ganas de comprar lo mismo, pero de muy inferior calidad y nivel, por un precio similar, en el Ikea, por ejemplo.
Aunque sinceramente, también hay que decir, que pedían unos precios y daban unas facilidades de pago, por una mercancía original y de calidad, que a más de uno se le quitarían las ganas de comprar lo mismo, pero de muy inferior calidad y nivel, por un precio similar, en el Ikea, por ejemplo.
Almorzamos en un restaurante precioso, de nombre Hanedan, la comida no era lo máximo, pero solo por lo bonito, recomendado queda.
Un par de visititas más, con parada y paseos por las zonas panorámicas de Devrent, con su espectacular formación rocosa en forma de camello.
Otra más a la zona de Avcilar, o el valle de los cazadores, donde sacamos fotos de todos los colores, a cada cual mejor, por la belleza de los paisajes.
Y la última, para despedirnos a lo grande del mágico entorno, en las Tres Chimeneas,
üc güzeller.
¡Qué pasada! de verdad que esto no os lo podéis perder.
Al anochecer, nos ofrecieron ir de cena a un local de moda en la zona, excavado en la roca, donde disfrutamos de unas representaciones de bailes populares del país y una danza del vientre ejecutada a las mil maravillas por la guapa bailarina, que a qué no imagináis a quién saco la chica a bailar...
Al termino del espectáculo, nos pusieron musiquita disco, y nos lo pasamos bomba bailando entre ordas de turistas locales, chinos, italianos....lo pasamos "super".
Al día siguiente nos esperaba una media paliza de bus de vuelta a Estambul, salimos temprano, parando lo justo, solo para ir al servicio y almorzar. Llegamos sobre las 17:30, hora en la que ya estaba oscuro, pero con tiempo de dar un último paseo nocturno, ya que mañana en la tarde regresábamos a Madrid.
Como hasta las 17:30 no nos venían a buscar al hotel para trasladarnos al aeropuerto, desde por la mañana, el último día, nos tiramos a la calle, para recorrernos los sitios emblemáticos que ya habíamos visitado y grabarlos bien en la memoria, pues no sabemos si podremos volver alguna vez. Desde luego, que por lo que vimos, el país, da para eso y recorrerlo al estilo "de mochilero", con más tiempo y calma. Pero como el mundo es tan grande y tiene tantos sitios que queremos ver "en directo", siempre intentamos repetir lo que más nos gustó.
Paseamos nuevamente por los bazares, el Grande y el Egipcio, donde compramos las chucherías de rigor y nos detuvimos un rato por la zona donde se erigen Hagia Sofía y la Mezquita Azul. ¡Qué buena anécdota tenemos del almuerzo callejero de ese día! Resulta que nos sentamos en un Kebap y pedimos una oferta de las de ellos, kebap con todo (hasta con papas fritas dentro) y yogurt natural (Ayran). Abro el yogurt por un lado para meterle una cañita, pero como me llama la curiosidad la tapa, y decido cerrarla y sacarle una fotito.
En ésto que llega el camarero, que estaba de risitas con Mari, y le agita su yogurt sin que yo me de cuenta, y para no ser menos conmigo, justo cuando yo iba a disparar la foto, veo su mano, que me lo quita de delante del objetivo y empieza a batirlo antes que me diera tiempo a gritarle ¡¡¡NOOO!!!...¡que reflejos demostré! De un salto, esquivé todas las salpicaduras, mientras la cara del muchacho al ver volar las gotas del yogurt era un poema. Las risas de Mari de fondo, que se desternillaba a todo volumen....¡qué Bueno,qué bueno, qué risas!
Nuestro viaje no acabó aquí. Al volver a España, nos sobraron unos días, que los dedicamos a visitar las ciudades de Madrid, la para nosotros inesperada e impresionante Toledo y Segovia con su majestuoso Acueducto, de cuya andanza, os hablaremos en la parte que corresponde dentro de nuestro blog.