Amst-Bélgica


A finales de agosto y principios de septiembre de 2009, hicimos un viajito de unas dos semanas de duración, con dos intenciones. Primero, Mari quería enseñarme la ciudad holandesa de Amsterdam (ella ya había estado dos veces anteriormente) y después queríamos ir a visitar a nuestro querido y gran amigo Alois, quien vive en Amberes. Estando con él, nos hizo de guía de su país natal, Bélgica, por alguna de sus principales ciudades: Bruselas, Amberes, Brujas y Leuven.

Amsterdam.

Lo primero que me viene a la cabeza nada más empezar a recordar Amsterdam, es su transporte público. Ya os he avisado anteriormente acerca de mi "deformación profesional" con el tema, yo creo que a todo el mundo le pasa algo parecido, por ejemplo si trabajas en sanidad, a cada sitio que vayas verás centros sanitarios por cada rincón, o si trabajas en educación, rápidamente ubicarás los colegios.



Sea como sea, la realidad es que cada vez que hablo con alguien que ha estado en la ciudad holandesa, lo señala como algo a resaltar.
Nada más bajarte del avión, en el aeropuerto de Schipol, te das cuenta de lo fácil que conectas con la ciudad en el metro, y una vez allí, en la Centraal Station, compruebas que es igual de fácil moverte a cada punto de la ciudad (o del país) en transporte público.
Está todo super-ordenado. Las enormes avenidas principales, disponen para cada sentido, primero, un espacio brutal para los peatones, con estratégicas entradas al metro. Un carril bici, con más de 10.000 kms a lo largo de todo el país, (¡ahí es nada!) exclusivos para este tipo de medio. Un carril para el tranvía y un carril para el Bus, compartiendo las paradas ya que están gestionados por la misma empresa, para evitar hacerse la competencia el uno al otro, y que sea más eficiente y eficaz su uso. Y por último, un carril para los coches. todo magistralmente diseñado y estudiado para que funcione a la perfección.

Evidentemente no todas las calles son así, pues no voy yo aquí a descubrir que Amsterdam es una de las ciudades europeas de los afamados canales de agua.











Bueno, vayamos por partes, primero el alojamiento. No llevamos nada preparado, buscamos alojamiento sobre la marcha. Es tan fácil encontrar habitaciones como entrar a cualquier hotelucho a preguntar. Los hoteles, no son nada del otro mundo. "Cutrillos", como buenos hoteles de ciudad. Lo gracioso y original de éstos, es que casi todos tienen enormes, empinadas y estrechas escaleras para acceder a ellos y a sus habitaciones. Son muy caros, como en casi toda Europa.
Hay muchas y buenas actividades para hacer en Amsterdam, con cantidad de museos para ver, como el de Van Gogh, uno de a los que entramos, y multitud de canales que ver y recorrer en una barca si así lo quieres, pero lo principal es pasear y deambular a tu aire.


Pasear de día por Amsterdam, es increíble, emocionante y relajante. Hay mucha gente joven, simpática y amable. Por la noche, cambia un poco el estereotipo, puede que por que fuera verano, pero las ordas de "Hooligans" bociferando, cantando y alborotando son la tónica, sobre todo en los alrededores del Barrio Rojo.



De la ciudad, poco tenemos que contar que no se haya hablado ya en cualquier otro lugar. Solo añadir nuestro punto de vista. Dicen que en los años 60 los hippies tomaron Amsterdam, y por eso hoy día es como es (en lo que al consumo legal de marihuana se refiere), pero hoy día no son hippies lo que hay. Más bien, son jóvenes universitarios, subvencionados por sus papás, por lo general de buena clase social, pero eso sí, van de pseudohippies.



Si bien, el tema de los coffeeshops es muy original y divertido para entrar y verlos bien comprobando de primera mano lo que son y lo que ofrecen durante unos días, cosa que por supuesto hicimos, para las personas que ya estamos abandonando la treintena, al tercer o cuarto día, cuando pasas por delante de uno, a las 9:00 a.m. buscando desayuno, y te llega una bocanada con olor a "porrete" rancio, ya deja de ser tan divertido y se pasa inevitablemente al astío. Es lo que hay.

El Barrio Rojo, hay que verlo alguna vez en la vida. Es algo único y original. Es una parte antigua y muy bonita de la ciudad, con prácticamente los canales más bonitos para pasearlos.

Dicen que desde el Siglo XIV los marineros pasaban a visitarlo en busca de prostitutas. Éstas, actualmente se exhiben en los escaparates que dan a la calle en un negocio del que "se presume" que es todo legal por que pagan impuestos y las chicas tienen seguridad social y blablabla, pero que en fondo, da lugar a un "inframundo" del que no vamos a hablar aquí, porque no viene a cuento.
Vivimos anécdotas graciosísimas por esas callejuelas, como una, en la que al pasar por un callejón estrecho, las chicas de los escaparates de mi lado, me hacían señales. Yo hacía como que no las miraba y me agarraba a Marí. Cuando me vuelvo hacia ella buscando su complicidad, la veo que se esta desternillando de la risa, porque las chicas del otro lado, a quien le estaban haciendo señales, era a ella...

Sea como sea, repito, es un lugar para verlo y para el que quiera saberlo, que muchos nos preguntan, vimos chicas en esos escaparates, realmente espectaculares, que se podían dedicar a modelo publicitario en lugar de a prostitutas, pero claro, esos "inframundos"... Otra cosa era la cuadra del barrio judío, donde "la carne expuesta", era más mundana, por así decirlo.


Bélgica.

Después de unos cuantos días deambulando por las callejuelas de Amsterdam, a las que volveríamos otro par de días más antes de volvernos a casa, nos fuimos a la estación de trenes y compramos billetes de tren para ir a Amberes a visitar a nuestro amigo Alois.  
En principio solo íbamos para verlo y estar con él unos días, con eso estaríamos felices, pero de bueno que es, se tomó tan enserio nuestra visita, que se despreocupó de muchas de sus obligaciones y se dedicó a pasearnos por algunas de las principales ciudades de su país.
Llegamos a la estación de trenes de Amberes, Antwerpen en flamenco, donde Alois nos recogió y sin más vueltas nos llevó derechitos hasta Bruselas.


Dimos un agradable paseo por las calles principales y más turisticas de la capital, hasta que llegamos a la Plaza Mayor, que es el centro neurálgico.
Sus edificios albergan diferentes estilos como gótico, barroco o renacentista, y es precisamente esta mezcla de estilos lo que le da una belleza de caracter único.




La Torre que domina el contorno, en la sala municipal, tiene unos 96 metros de altura.
Justo a un lado de esta Plaza enormemente concurrida por jóvenes y no tan jóvenes de todo el mundo, se encuentra uno de los principales reclamos turísticos de Bruselas, el Manneken Pis.


Es solo una pequeña estatuilla, pero que lleva miccionado desde 1961 y que cuenta con su propio vestuario (guardado en el museo de bellas artes de la ciudad).
La verdad es que ese día lo aprovechamos muy bien. Después de tomar unos cafés en la Plaza Mayor, nos dimos un paseo por otras partes de la ciudad.





Lo que hemos descrito hasta ahora, lo llaman, la parte de la ciudad baja, y de ahí salimos caminando hasta la parte del Barrio Real,donde están los parlamentos nacional y flamenco, el Palacio Real (a mi espalda a la derecha) o los museos de Bellas Artes y Moderno.





Después de una tarde muy intensa, por una parte, por la alegría de reencontrarnos con nuestro amigo, y por otra de ver tantas cosas nuevas y por la gran caminata que nos metió Alois, que nos encontró un poco gordos (y es verdad que lo estábamos), nos dirigimos al último monumento que veríamos hoy antes de irnos a dormir, El Atomium, del que sentimos no haber sacado ni una foto decente.


Al día siguiente tocó excursión a la preciosa ciudad de Amberes, la ciudad de donde es natural nuestro amigo. Quizás porque es la ciudad que él más conoce y donde mejor se sabe mover, la recordamos con un encanto muy especial.
Es una ciudad que no está "tan pensada" para el turismo como Brujas por ejemplo, por tanto podemos sentir más auténticamente el modo de vida de sus paisanos.
Curioso también el nombre de la ciudad, que traducido al español, sería algo así como "lanzar-mano". Es por una leyenda que cuenta que un gigante llamado Druoon Antigoon, que habitaba el río, cobraba un peaje a los barcos que quisieran pasar. Cuando un barco no pagaba, le cortaba la mano al capitán y la lanzaba al río. Un día, un centurión romano, cansado, le cortó cortó la mano a él y también se la lanzó al río. De ahí surge el nombre de Amberes (Antwerpen), Ant = Mano, Werpen = Lanzar.







Pasear todo el día las calles de Amberes fue todo un placer. Descubrir sus rincones con un oriundo que se los conocía a la perfección, fue todo un privilegio. Nuestro amigo no se dejó nada por enseñarnos, incluso nos dio un paseo por el Barrio Rojo de Amberes para que lo comparásemos con el de Amsterdam (desde luego nada que ver). Por la tarde, nos tomamos unas cuantas cervezas en alguno de los números locales de ocio que hay en la cuidad, sobre todo recuerdo uno con mucho cariño, donde había un organillo típico, al que le metías monedas y la gente se lo pasaba en grande escuchando la musiquilla de acordeones. ¡Qué risas y qué divertido lo pasamos!
Y por la noche, cenamos en un precioso restaurante, acondicionado en los subterráneos de algo que debió ser un castillo o algo parecido, donde degustamos alguna especialidad local junto con alguna marca de las cientos que hay de cervezas locales, en éste caso, una rica kwak.







La siguiente ciudad que tocó en el itinerario improvisado diseñado por Alois, fue la famosísima y Patrimonio Mundial por la UNESCO, Brujas.

Como todas las ciudades aquí, tienen una Plaza Mayor, aquí llamada Markt, que fue por donde empezamos nuestro paseo.












Estábamos en los últimos días de agosto, y se notaba por la cantidad de turistas paseando por la plaza.
Las fachadas típicas belgas de los edificios que la rodean, le otorgan belleza y armonía, estando dominadas por un gran campanario gótico de 83 metros de altura. En medio de la plaza,  está el típico monumento que conmemora a los héroes locales.


Contigua a la Plaza Mayor, hay otra gran Plaza, la de Burg, que tiene varios elementos de interés para los estudiosos de la historia del arte, como por ejemplo la basílica de la Santa Sangre, el Ayuntamiento, una antigua escribanía renacentista y un palacio del siglo XVI.

A mi espalda, el Ayuntamiento, de estilo gótico.



Sobre los canales de la ciudad, decir que todo lo oído y leído acerca de ellos es poco. La ciudad es realmente bella y relajante desde ellos. Se puede pasear por sus orillas y disfrutar de las vistas que ofrecen por si mismos, con sus cisnes, parando de cuando en cuando para tomarte alguna cerveza local, o también si lo deseas, puedes dar un paseo en una de las numerosas embarcaciones para turistas, que suelen hacer recorridos de una media hora de duración.
Fue una visita fabulosa, la recordamos con muchísimo cariño. Donde, como bien apuntó Mari, parecía que estuviésemos en una ciudad repleta de casitas de muñecas, por lo bonito que se veía todo. Paseamos a fondo todos los rincones descubriendo sus preciosos puentes, iglesias, un convento y muchos rinconcitos donde disfrutar simplemente sentados con una cerveza en la mano.

Una gran sorpresa para nosotros, fue descubrir de la mano de nuestro anfitrión, una bonita ciudad de la que, incultos nosotros, ni siquiera habíamos oído hablar hasta ese momento, Leuven.
Según nos explicó Alois y pudimos comprobar nosotros mismos, una de las ciudades universitarias más antiguas del mundo. 



Pudimos observar, que normal, por las fechas, los estudiantes estaban regresando. Había muchísima gente joven deambulando por las calles y llenando los bares y cafés que se agrupaban entorno a los edificios universitarios.




Empezamos como de costumbre, dirigiéndonos a la plaza central de la cuidad y desde allí, comenzamos uno de nuestros ya normales paseos por todos los rincones, magistralmente guiados por nuestro amigo.



Nos dirigió primeramente a la sede principal de la Universidad Católica y a su biblioteca, y continuamos nuestro tour por los numerosos callejones antiguos, con sus parques y pequeños canales, que para nada desmerecen en cuanto a belleza a los de las otras ciudades más conocidas para el turista, como por ejemplo, la de Brujas.
  
Pasamos unos cuantos días más en Bélgica, en compañía de Aloís y de otros amigos como Nid, Sam, Peggy...no nos olvidamos ni de ellos, ni de lo maravillosamente bien que nos trataron. Volvimos a pasear por las calles de alguna de las ciudades que ya hemos descrito, y cuando nos despedimos, volvimos un par de días más a Amsterdam, donde volvimos a dar otro repasito a la ciudad holandesa de los canales, haciendo alguna actividad como pasear en barco por ejemplo, y pudimos sentir el bajón turístico por ser ya la primera semana de septiembre. Descubrimos que hasta muchos de los escaparates del Barrio Rojo de Amsterdam, cierran cuando disminuye el flujo de visitantes.
Por supesto, queremos dedicar una línea de agradecimiento a nuestro maravilloso anfitrión en Bélgica.
¡Te queremos!